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81 Años de Admirable Labor
Por Armando Maya Castro ![]() Acaba de celebrarse, en la colonia Hermosa Provincia de la ciudad de Guadalajara, Jalisco, el 81 aniversario del inicio de la Restauración de la Iglesia La Luz del Mundo, y el suceso me obliga a comentar con mis estimados lectores acerca de los importantes logros que esta institución ha obtenido en el plano espiritual, material y social. Antes de 1926, año en que el Maestro Aarón Joaquín comenzara a predicar esta forma de doctrina, la Iglesia La Luz del Mundo era completamente desconocida en México, ya no se diga en el mundo. Resulta que ahora, ocho décadas después de la memorable fecha en que Dios llamara al Hermano Aarón Joaquín, esta Asociación Religiosa se conoce en cerca de 40 naciones del orbe, habiendo logrado en menos de un siglo lo que a otros grupos religiosos les ha tomado siglos. Hablamos, pues, de 5 millones de fieles; de 3,500 templos; de un número similar de casas pastorales; de más de 2 mil ministros; y de cientos y cientos de misioneros que predican el evangelio en distintas partes del mundo. Aparte de la impresionante labor espiritual, deben mencionarse también los logros de tipo social, la mayoría de los cuales se han alcanzado en la administración del Maestro Samuel Joaquín, cuya vocación humanística lo ha impulsado a realizar obras que contribuyen a la salud y educación de miles y miles de personas. Hablo, evidentemente, de jardines de niños, de escuelas primarias y secundarias, de centros universitarios, de universidades, de hospitales, de sanatorios, de asilos, y de muchas otras obras más. Estos importantes logros están ahí, y dejan constancia de la grandeza de espíritu de los dos apóstoles de la Restauración, Aarón y Samuel Joaquín, hombres visionarios que con pericia han dirigido a la Iglesia del Señor, llevándola siempre por el sendero del triunfo. Respecto a la labor del Maestro Aarón Joaquín se pueden decir muchas cosas: que trabajó durante poco más de 38 años; que sembró la semilla del Evangelio en muchas poblaciones de México, Estados Unidos, El Salvador y Costa Rica, dejando tras su partida alrededor de 70 ministros, con similar número de iglesias y de casas pastorales. Es importante señalar que todas estas obras -y las que por lo reducido del espacio no se pueden mencionar- las realizó en circunstancias verdaderamente difíciles, sin contar con los medios ni con una economía sólida que le permitiera desplazarse de un lado a otro para cumplir eficientemente su misión. Sin embargo, la extraordinaria fe que habitaba en él le permitió abrirse paso en medio de las condiciones desfavorables que le tocó afrontar. Ni la pobreza ni la intolerancia que se le opuso lo hicieron retroceder. La ayuda constante de su Dios, a quien se encomendaba en todo tiempo, era la que lo sacaba triunfante en las etapas complicadas de su vida, convirtiéndose para los fieles de la Iglesia en un ejemplo de fe, digno de ser imitado. La vida de este gran hombre, por la voluntad de Dios, llegó a su fin el 9 de junio de 1964. Ese mismo día, en medio del dolor profundo, producido por la partida su Guía, la revelación de Dios iluminó el corazón de miles y miles de fieles, manifestándoles que el continuador de esta obra sería el hermano Samuel Joaquín Flores, a la sazón de 27 años de edad. Inmediatamente después de su llamamiento, el Maestro Samuel Joaquín Flores se entregó por entero a la predicación del Evangelio, fijándose como meta la internacionalizar de la Iglesia, aspiración que ha ido consumando poco a poco. Nadie imaginaba, en aquel tiempo, que en tan sólo unos años la doctrina apostólica lograría trascender a los países más distantes de América, y que más tarde haría lo propio en diversas naciones de Europa, así como de Oceanía, África y Asia, continentes éstos donde la Iglesia La Luz del Mundo tiene significativa presencia. Desde el día de su llamamiento, el Maestro Samuel Joaquín no ha dejado de trabajar ni un solo instante, teniendo que viajar alrededor del mundo las veces que su sagrada misión se lo ha exigido. De esta manera, ha logrado llevar paz y consuelo a millones de hombres y mujeres que, cada vez que tienen oportunidad, le patentizan su admiración y respeto por la extraordinaria y desinteresada labor que ha realizado en sus casi 43 años de labor apostólica. Acabo mi columna recordando una de las frases célebres del filósofo alemán, Arthur Schopenhauer: «Al bondadoso se le conoce en el semblante; su cara refleja lo que encierra su corazón». La anterior frase describe perfectamente bien al Maestro Samuel Joaquín, cuyo semblante -siempre tierno y sonriente- es reflejo fiel del amor que lleva en su corazón, y que imparte frecuentemente a sus semejantes. ¡Felicidades por estos 81 años! |
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