Armando Maya Castro
En México se pondera a los héroes que se distinguieron por haber realizado algo muy notable en pro de la patria. La labor de los hombres y mujeres que apoyaron los loables proyectos de libertad, encabezados por aquellos próceres, regularmente queda en el olvido. En las grandes celebraciones nacionales, pocos, muy pocos se acuerdan de la gente próxima a los que hoy en día son reconocidos como los protagonistas de los actos heroicos que le han dado lustre y grandeza a nuestra nación.
Sin estos héroes anónimos, que por amor a México derramaron su sangre en los campos de batalla, para darnos una patria libre e independiente, no se entenderían los logros que se atribuyen en exclusiva a los personajes que tienen un lugar bien ganado en la memoria de todos los mexicanos.
Nadie desconoce la grandeza y los méritos de Miguel Hidalgo I Costilla, el Padre de la Patria, ni de Morelos, el Siervo de la Nación, hombres a los que al inicio de la primera década del siglo XIX, el gobierno virreinal acusaba de alta traición y su propia Iglesia, la católica, los perseguía considerándolos herejes y traidores de lesa majestad.
Pero el mérito no fue exclusivo de los anteriores próceres, ni de otras figuras como Josefa Ortiz de Domínguez, Ignacio Aldama, Ignacio Allende, López Rayón, Vicente Guerrero y muchos más, cuya aporte a la independencia está fuera de cualquier duda. El mérito es también de aquellos cuyos nombres no figuran en los libros de historia ni en la memoria de la mayoría de los mexicanos, pero que pusieron su granito de arena en la lucha por la independencia de México, iniciada hace 195 años.
En el México de hoy, el problema sigue siendo el mismo. Los hombres y mujeres que con su diaria dedicación y con su trabajo honrado realizan importantes aportes a la grandeza de este país, permanecen en el anonimato, siendo desconocidos por los demás.
La televisión y la radio nos bombardea, día con día, de spots bien pagados en horario triple A, donde no pocos personajes políticos, que fueron elegidos para gobernar y administrar honestamente el erario público, nos hablan de las "hazañas" y "proezas" realizadas en sus respectivas administraciones.
Casi nadie le dice a la gente de dónde proceden los recursos con que lograron edificar escuelas, hospitales y carreteras, así como las demás obras de beneficio social. Es lamentable que los recursos económicos aportados por los buenos ciudadanos, que pagan puntualmente sus impuestos, sean utilizados como trampolín en las aspiraciones personales de muchos políticos mexicanos; los mensajes de éstos pretenden generar en sus gobernados un sentimiento de gratitud que los induzca a elegirlos para nuevos cargos públicos.
¿No es justo que se reconozca la contribución de los mexicanos y mexicanas que día con día dan lo mejor de sí mismos por amor a México? Por supuesto que sí; y no me refiero únicamente a los que tradicionalmente han cumplido con sus contribuciones fiscales, esperando que cada peso aportado sea administrado transparente y honestamente, sino a aquellos que, echando mano de su propio peculio, lo imparten generosamente en obras de beneficio social, ayudando a disminuir las necesidades de los más necesitados.
Al respecto, conviene mencionar la importante y desinteresada labor altruista que realizan durante todo el año algunos grupos comprometidos con el bienestar de las clases marginadas. Hablo, evidentemente, de aquellas instituciones que, sin afanes propagandísticos, actúan generosamente, brindando amor y asistencia social a quienes más lo necesitan.
Son aquellos grupos cuyo nivel de altruismo los impulsa a ayudar al prójimo en todo tiempo, lo mismo en una catástrofe como la ocasionada por el huracán "Katrina" en los estados de Mississipi, Louisiana y Alabama, como en circunstancias no tan alarmantes ni apremiantes. Es obvio que los integrantes de estas instituciones, que manifiestan su generosidad en todo momento, no procuran su propia proyección sino contribuir a la reducción de la miseria que abate a ciertos sectores de nuestra sociedad.
Al hablar sobre este tema, es imperioso destacar la extraordinaria labor que, bajo el auspicio e impulso del Maestro Samuel Joaquín Flores, Director Internacional de la Iglesia La Luz del Mundo, realizan las fundaciones "Elisa Flores, A. C." y "Maestro Samuel Joaquín, A. C.", dirigidas respectivamente por la Diaconisa Eva García de Joaquín y por el Obispo Benjamín Joaquín García.
Durante ya varias décadas, estas instituciones, sin asignación ni presupuesto gubernamental, se han dedicado a brindar apoyo a los sectores más vulnerables, haciendo acto de presencia, no únicamente en aquellos lugares donde la adversidad obliga a las personas a clamar por una mano amiga y generosa, sino en otros aspectos, como el de brindar becas a cientos de jóvenes cuyas condiciones económicas impiden que sigan adelante con sus estudios superiores.
Gran parte del trabajo de los integrantes de fundaciones como las mencionadas en el párrafo anterior, así como el de muchísimos hombres y mujeres que a lo largo y ancho de nuestro territorio se esfuerzan por sacar adelante a este país, pasa desapercibido la mayoría de las veces. No obstante, estas grandes obras ahí están, aliviando males y dándole al país ciudadanos cuyo nivel académico siga poniendo en alto el nombre de México. Estos son, estimados lectores, los hombres e instituciones que día con día escriben la historia de nuestra gran nación.
|